Jordi Adrià lleva más de 30 años dedicándose a la fotografía para medios de comunicación como El País, El Periódico o ABC y para revistas como Marie Claire o Vogue. En la actualidad compagina su labor fotográfica con su trabajo como director creativo en una agencia publicitaria y como director de fotografía en diversas producciones. Repasamos con el fotógrafo catalán su evolución y referentes.
Te iniciaste en el mundo de la fotografía muy joven, ¿qué te llevó a coger una cámara?
La razón de coger la cámara fue prácticamente accidental. De pequeño me sentía acomplejado y no me gustaba salir en las fotos. Recuerdo que íbamos de campamentos y en las típicas fotos de grupo lo pasaba fatal hasta que descubrí que había una manera de no salir en las fotos y era siendo el fotógrafo. En ese momento, conseguí una máquina rusa barata y me gustó. Decidí que quería ser fotógrafo profesional a los 18, llevo ya 33 en la profesión.
Tus comienzos están ligados al fotoperiodismo, ¿se nace con ojo para elegir la mejor foto o se desarrolla con la experiencia?
Hay personas que nacen con una educación visual especial o que tienen una habilidad especial a la hora de realizar encuadres. Estos podemos decir que nacen. El otro tipo de profesional es el que desarrolla estas aptitudes. Mi caso es este segundo, no creo personalmente que tenga un don innato. Sí sé que la experiencia, la formación y la experimentación me ha llevado a jugar con el lenguaje visual, a entender cada vez mejor sus particularidades y a ir creciendo. Por lo tanto, se nace y se hace.
«No creo que tenga un don innato, la experiencia, la formación y la experimentación han hecho que vaya creciendo como fotógrafo»
¿Quiénes son tus referentes?
En mis inicios, y muy ligados a mi etapa de fotoperiodista, están los fotógrafos de Magnum. Con los años mis referentes han cambiado, y he incorporado nuevos referentes, algunos mitos también han caído. Como Robert Doisneau, que estuvo explotando comercialmente durante años la foto del beso en la calle y se tuvo como referencia del instante decisivo y al final salió a la luz que había sido una foto planificada, querida, buscada. Al final tiene el mismo mérito el hecho de soñar, entender y ejecutar una foto imaginada, pero no el del “instante decisivo” como se hizo creer.
Fotografía espontánea frente a sesiones organizadas: ¿Cuál prefieres? ¿Con cuál disfrutas más?
Las dos. Gracias al fotoperiodismo y a los retratos he tenido la oportunidad de trabajar con grandes personalidades de todos los ámbitos. Te dan la posibilidad de conocer, aprender y descubrir realidades sociales y económicas a las que de otra manera no hubiera tenido acceso. Esos momentos son mágicos ya que entras en la vida de la persona y se crean relaciones. En el caso de las campañas no existe, es todo mucho más grande, planificado, estructurado con grandes equipos de trabajo. Son cosas absolutamente distintas.
«Si algún día la fotografía deja de ser mi musa, buscaré otra en otro contexto profesional»
¿Cómo logras mantener la inspiración para tus sesiones? ¿Qué te ayuda a superar los bloqueos creativos?
Bloqueos creativos por el momento no he tenido y el día que me “quede seco” buscaré otra profesión. La creatividad simplemente no tiene por qué desaparecer, pero sí que puede hacerlo es el estímulo para orientarlo a una determinada cosa. Por eso, si algún día la fotografía deja de ser mi musa, buscaré otra en otro contexto profesional. Lo que sí me estimula es el resultado de mi curiosidad, ver películas, fotos en internet y estar al día de tendencias en cultura en general.
¿De qué proyecto te sientes más orgulloso?
He hecho tantos, pero recuerdo uno que tiene un punto de nostalgia porque eran mis comienzos, tenía 20 años y quería hacer reportaje sobre la comunidad gitana que se había asentado en Lleida. Me fui hasta el asentamiento. Aparqué el coche y me quedé observando. Fue aproximadamente a la tercera o la cuarta vez cuando finalmente me acerqué a ellos y les expliqué que era fotógrafo y que me gustaría poder hacerles unas fotos. Ese día tampoco llevaba la cámara.
Me fui mimetizando con el entorno y al final se abrieron al reportaje sin mayor dificultad que el tiempo y la paciencia. Recuerdo que al final eran ellos los que me pedían que les hiciera fotos. Aprendí mucho a esperar, a seguir las pautas de los grandes fotógrafos y a saber que las cosas se consiguen, pero que no es rápido y que requieren de dedicación y constancia. Como una cocina a fuego lento.
¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión?
Lo que más, la diversidad diaria, no hay un solo día igual. Decidí dejar de estudiar porque la única manera que tenia de ser fotógrafo era trabajando. La profesión es mi libertad. Siempre supe que no quería trabajar debajo de un techo con fluorescentes y he luchado para poder conseguirlo.
¿Qué consejos le darías a nuestros alumnos si quieren desarrollar una carrera como la tuya?
Curiosidad y persistencia, la sensación estar aguantando. Formarse y fomentar su lado más curioso. Paciencia y constancia. Mente abierta y ganas de experimentar.