Principios para un diseño de packaging efectivo

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El diseño de envases ha cambiado bastante en los últimos años. Ya no se trata solo de crear una caja bonita que proteja el producto, sino de conseguir que ese envase trabaje para nosotros en el punto de venta. ¿Alguna vez te has parado a pensar por qué eliges un producto antes que otro cuando están en la misma estantería? La respuesta, casi siempre, está en el packaging.

Los consumidores se enfrentan cada día a una gran cantidad de opciones cada vez que van de compras. En el supermercado, en la farmacia, incluso comprando online. Y es que tenemos apenas unos segundos para captar su atención antes de que sigan adelante. Por eso el envase se ha convertido en nuestro mejor comercial, ya que trabaja las veinticuatro horas del día.

Continúa leyendo y descubre con nosotros los principios para un diseño de packaging efectivo.

¡Comenzamos!

Lo que pasa en la mente del consumidor

Cuando alguien mira un envase por primera vez, suceden muchas cosas en su cerebro sin que se dé cuenta. Los estudios nos dicen que más del noventa por ciento de nuestras decisiones de compra nacen de emociones, no de la lógica. Es algo así como cuando conoces a alguien por primera vez: en segundos ya tienes una opinión formada.

El packaging actúa como ese primer encuentro entre tu marca y el cliente potencial. Si esa primera impresión es positiva, el producto tiene muchas posibilidades de acabar en el carrito. Si no conecta, puede que nunca más tenga una segunda oportunidad.

Hay algo muy interesante en cómo funciona nuestra mente con los colores y las formas. Un envase con tonos suaves y esquinas redondeadas nos transmite sensaciones completamente diferentes a uno con colores vivos y líneas rectas. Es como si cada elemento visual fuera un pequeño mensaje directo al subconsciente.

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Foto de RF._.studio _:

Los elementos que realmente funcionan

El color es probablemente el elemento más directo para comunicar con el consumidor. No hace falta ser psicólogo para entender que cada tono despierta sensaciones diferentes en las personas.

El poder del color

Piensa en el rojo de Coca-Cola: trasmite energía, diversión, algo que llama la atención desde lejos. O en el azul de Nivea, que nos transmite esa sensación de cuidado y tranquilidad que buscamos en productos para la piel. Los verdes hablan por sí solos de naturaleza y frescura, mientras que el negro con detalles dorados nos hace pensar en elegancia y exclusividad.

Pero aquí viene lo interesante: no existe un color, digamos… correcto. Todo depende de quién sea tu cliente y qué quieras contarle. Un producto para adolescentes puede permitirse colores llamativos que en un artículo de lujo resultarían completamente fuera de lugar.

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Tipografías con personalidad

Sí, las letras también tienen personalidad, aunque no lo parezca. Una tipografía con remates clásicos cuenta una historia diferente a una sans-serif moderna y limpia. Es como elegir la ropa para una ocasión: cada fuente transmite un mensaje.

Lo importante aquí es crear una jerarquía visual clara sin complicarse la vida. El nombre del producto debe verse primero, luego los beneficios principales, y después la información secundaria. Suena obvio, pero es increíble la cantidad de envases que fallan en esto tan básico.

Y por favor, que se pueda leer. Da igual lo bonita que sea una tipografía si nadie puede descifrar qué pone.

La experiencia al tocarlo

Esto es algo que muchas marcas pasan por alto: la sensación al tacto del envase. Cuando alguien toca tu producto, ese momento de contacto físico puede reforzar o destruir toda la imagen que ha construido visualmente.

Un acabado rugoso puede hacer sentir que el producto es natural y artesanal. Una superficie lisa y brillante trasmite modernidad y tecnología. El peso también cuenta: un envase ligero puede dar sensación de económico, mientras que uno pesado da sensación de solidez y calidad.

Además, a la hora de diseñar un packaging efectivo los materiales ecológicos ya no son simplemente una buena opción, sino algo casi obligatorio. Los consumidores, especialmente los más jóvenes, se fijan cada vez más en qué está hecho el envase que compran. Y la verdad es que ya tenemos alternativas bastante buenas: cartones reciclados, bioplásticos, materiales compostables.

Los sistemas de recarga también están despegando en cosméticos y productos de limpieza.

La transparencia es fundamental en este apartado. Los consumidores quieren saber de dónde viene el material de tu envase y qué pasará con él después del uso.

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Foto de Edward

Cuando la función manda

Por muy bonito que sea un envase, si no cumple su función básica de proteger el producto, habremos fracasado. La protección es la base sobre la que se construye todo lo demás.

Protege tu producto

Cada producto tiene sus propias necesidades. Los alimentos frescos necesitan barreras contra el oxígeno y la humedad. Los perfumes deben protegerse de la luz. Los productos farmacéuticos necesitan condiciones muy concretas para mantener su eficacia.

¿Y sabes qué? No solo hablamos de protección durante el uso. El envase debe aguantar golpes en el transporte, cambios de temperatura, almacenamiento en condiciones no siempre ideales. Todo esto sin perder su función y su aspecto.

Diseño para personas reales

Aquí entra algo que es fundamental: pensar en quién va a usar realmente el envase. No solo en el consumidor ideal que tenemos en mente, sino en personas mayores, con artritis, niños, gente con prisa.

Un envase que sea difícil de abrir (piensa en los tetra brik de leche) o incómodo de sujetar puede desesperar tanto al usuario que acaba cambiando de marca. Por eso cada vez vemos más tapones fáciles de girar, sistemas de apertura que funcionan con una sola mano, superficies que no resbalan.

Cuanta más gente pueda usar cómodamente tu producto, mayor será tu mercado potencial.

El texto: Información fácil de entender

Como te decíamos, es increíble la cantidad de envases que fallan en algo tan básico como el nombre o la información del producto.

Organizar la información

La clave está en decidir qué es lo más importante y presentarlo de forma que se entienda rápidamente. El ojo humano busca patrones y jerarquías, y nuestro trabajo es facilitarle esa tarea.

Primero el nombre del producto, grande y claro. Después, uno de los dos beneficios principales que lo diferencian de la competencia. La información legal va en su sitio, visible, pero sin interferir con el mensaje principal.

El contraste es perfecto para crear esta organización visual. Lo que quieres destacar debe sobresalir del fondo, mientras que la información secundaria puede presentarse de manera más sutil.

Destacar entre la multitud

En un mercado saturado de marcas, diferenciarse es supervivencia. Tu packaging debe saltar a la vista entre docenas de competidores, pero sin destacar tanto que resulte molesto.

Esto se puede conseguir de muchas formas: una silueta única, una combinación de colores que nadie más esté usando, un elemento gráfico distintivo. Pero cuidado con pasarse de original: el consumidor debe entender inmediatamente qué tipo de producto estás vendiendo.

Además, la conexión con tu marca es una regla de oro. Cada elemento que decides para tu envase, desde el color hasta el tipo de letra, tiene mostrar claramente quién eres. La idea es que cuando un cliente vea tu producto, todo le suene, que sienta que ya te conoce y se acuerde de ti.

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Foto de Sergio Arreola

Tecnología al servicio del envase

Envases inteligentes

Ahora viene lo divertido: la tecnología se ha metido de lleno en los envases. Los códigos QR ya no son ninguna novedad, pero ahora te permiten hacer virguerías: desde darte información nutricional que no cabe en la etiqueta hasta ponerte un vídeo con recetas.

Por otro lado, las tecnologías NFC y RFID te abren un nuevo mundo de posibilidades. Imagina un envase que te demuestra que el producto es auténtico, que te cuenta su historia desde el origen o que te avisa por el móvil de que está a punto de caducar. ¿No es genial?

Los indicadores de frescura que cambian de color ya están revolucionando la comida. Ya no tienes que fiarte solo de la fecha impresa; el propio envase te dice en qué estado está lo que hay dentro.

Personalización para todos los públicos

Antes, si querías personalizar un envase, tenías que encargar un millón de unidades. Era carísimo. Ahora, con las nuevas tecnologías de impresión, todo ha cambiado. Puedes crear ediciones especiales para una ciudad, para un festival o para Navidad sin arruinarte.

Manos a la obra: Cómo empezar con buen pie

Vale, hasta ahora todo muy bonito, pero ¿por dónde empezamos? Pues por el principio: investigando a quién le quieres vender. Y no vale con intuiciones o suposiciones. Necesitas hacer un estudio y averiguar cómo piensa y qué le atrae a tu cliente ideal.

El trabajo en equipo es fundamental aquí. Diseñadores, ingenieros, gente de marketing… todos a la mesa desde el minuto uno. Cada uno ve cosas que los demás no ven.

Un consejo que te ahorrará disgustos y dinero: haz prototipos. Ver y tocar el envase real te muestra problemas que nunca aparecen en pantalla. Además, permite probar si funciona con usuarios reales antes de lanzarse a la producción.

Medir para mejorar

Y cuando tu packaging ya está en la calle, ¿cómo sabes si has acertado? Las ventas son lo obvio, pero hay más. Hay tecnologías de seguimiento ocular para ver qué es lo primero que miran de tu envase.

Por otro lado, las pruebas con usuarios te dicen si es un infierno abrirlo, si no se entiende la letra… y lo mejor de todo, te descubren emociones que ni te imaginabas que tu envase podía provocar.

Pero esto no acaba aquí. El mercado cambia, los gustos cambian… Un buen packaging está vivo, se adapta sin perder su esencia.

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Foto de Ron Lach

Lo que se lleva y lo que vendrá

Regulaciones y responsabilidad

Por otro lado, debes tener en cuenta que las leyes medioambientales se están poniendo cada vez más serias. Y esto no va a parar. Las marcas que se pongan las pilas antes de que les obligan, jugarán con ventaja. No se trata solo de cumplir la ley, sino de demostrar que te lo tomas en serio.

Saber de dónde viene cada trozo de tu envase y qué pasará con él se está convirtiendo en algo que te diferencia del resto. La gente quiere saber la historia completa.

Innovar, pero sin perder el norte

Las nuevas tecnologías ofrecen posibilidades emocionantes, pero hay que usarla con cabeza. Un código QR es genial si me lleva a algo útil, no si está puesto de adorno para parecer moderno.

Y ojo, que la inteligencia artificial ya está ayudando a diseñar, prediciendo qué colores o formas funcionarán mejor. Pero al final del día, para crear esa conexión de verdad, esa emoción… la creatividad de una persona sigue siendo irremplazable.

Tendencias que ya están llamando a la puerta

¿Qué es lo más actual en el packaging? Pues por ejemplo los envases que puedes personalizar tú mismo antes de comprar. Imagina poder poner tu nombre o elegir un diseño. Eso crea un increíble vínculo con la marca.

Y ya no es ciencia ficción ver envases que cambian de color con la temperatura o que te muestran un mensaje oculto. Son cosas que llaman la atención, sí, pero que también pueden ser súper útiles.

Errores típicos que tienes que evitar

Complicaciones que no aportan nada

El error más común: intentar contarlo todo a la vez en el envase. El espacio es el que es. Si lo saturas, la gente se agobia y no entiende nada. Es mejor decir una cosa bien clara que diez a medias.

Y cuidado con la tentación de apuntarte a todas las modas. El resultado suele ser un Frankenstein sin pies ni cabeza. Es mejor elegir una dirección y desarrollarla bien que mezclar estilos sin sentido.

Olvidarte de que tiene que ser útil

El error de novato por excelencia: te enamoras tanto de lo bonito que se te olvida que el envase tiene que proteger el producto y ser fácil de usar. Un embalaje precioso que es imposible de abrir es un fracaso. Punto. La comodidad no es un extra, es parte del diseño desde el minuto cero.

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Foto de Cats Coming

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